lunes, 9 de mayo de 2011

MI GRAN AMIGO KEKO...

Todo empezó en una calurosa noche del mes de agosto, la más calurosa que se recordaba hasta el momento.
A diferencia de otras ocasiones, esta vez volvía de viaje de trabajo, venía muy cansado, pero como estaba cerca de casa no quería parar a pesar de que ya llevaba a mis manos algo más de trescientos kilómetros.
Para evitar dormirme bajaba las ventanas y ponía la música a tope, me quedaban aproximadamente unos cincuenta minutos para llegar a casa.
Aunque no quiero noto que de vez en cuando se me cierran los ojos.
Entonces el destino hace que pinche una rueda, tengo que parar sin remedio y aunque no es agradable pinchar reconozco que me ha venido bien, ya que así me despejo y me quito la modorra que tengo.
Una vez he sacado las herramientas y la rueda de repuesto del malatero, me pongo en el lateral del coche de cunclillas.
Me levanto y miro hacía mi espalda ya que noto como si alguien me estuviera mirando, pero no veo a nadie, de todos modos es dificil ya que noche a pesar de ser estrellada, no hay mucha visibilidad.
Vuelvo agacharme pegado al coche y cuando sin mirar extiendo el brazo para coger el gato, noto como algo húmedo me toca la mano, giro la cabeza y lo primero que veo son dos ojos merándome, mi primera reacción es de dar un grito y levantarme de un salto ya que me he asustado.
Me quedo quieto y esa criatura de la naturaleza que todavía no consigo saber que es está quieta mirándome, yo intento enfocar mis ojos para saber que es, y ya lo se, es un bonito perro, negro, de tamañao mediano, y a pesar de la poca luz de la noche, veo que tiene cara de bueno.
Una vez me tranquilizo del susto, me pongo hablalarle en voz alta y le pregunto que de donde ha salido, el me mira y gira la cabeza hacia un lado mientras pone las orejas de punta.
Abro  la puerta de trás del coche y saco un trozo del bocadilo que me había sobrado de la cena, le digo que si lo quiere y veo como sin moverse empieza a mover el rabo de un lado a otro, esta vez no le digo nada, soy yo el que me acerco y le pongo cerca de la boca el bocadillo y el con sumo cuidado me lo coge de la mano y mirándome se tumba y se lo empieza a comer.
A partir de ese momento vi que lo nuestro iba a ser una buena amistad.
Le monté en el coche y me lo traje a casa, para mi hija iba a ser una gran sorpresa, sin embargo mi mujer la verdad no sabía como iba a reaccionar.
La reacción por parte de toda la familia fué muy positiva y Keko fué el nombre elegido para nuestro nuevo amigo.
Keko se convirtio en ese fiel amigo con el que siempre puedes contar, era uno más de la familia, venía con nosotros a todos los sitios.
Y esa bonita amistad duró hasta que Keko gastó toda su bondad, sabiduria, obediencia y solidaridad hacia nosotros, dentro de los canones animales claro está, pero eso es AMISTAD.

( Texto presentado en el I Premio de microrelatos temáticos Hipálage sobre la Amistad del 2011 )   

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